lunes, 4 de mayo de 2015

El precio de la desigualdad

de Joseph E. Stiglitz

Un libro para cambiar de opinión económica. El sector privado no parece tan eficiente, y la desigualdad puede acabar siendo perjudicial incluso para aquellos a los que favorece en primera instancia.

"Cuando pensamos en cómo fortalecer nuestra economía, es imprescindible que no sucumbamos al fetichismo del PIB. "

Agenda de reformas:
- Poner coto a los excesos de la parte más alta [bancos y directivos] [más impuestos, en particular sucesiones]. Evitar la actuación de los "rent seekers".
- "Demasiado grande para quebrar" debe ser "demasiado grande para existir"
- Bancos más transparentes (no derivados)
- Bancos más competitivos en transacciones electrónicas (abandonar de una vez tarjetas de crédito).
- Evitar bonificaciones que lleven a la asunción de riesgos excesivos y cortoplacismo.
- Clausurar centros bancarios en paraísos fiscales.
- Evitar monopolios (leyes de competencia).
- Acabar con la asistencia pública a las grandes empresas (especialmente la oculta en el sistema tributario).
- Ayudar a los demás: educación, igualdad de oportunidades, sanidad universal.
- Recuperar el pleno empleo incluso a costa de la productividad empresarial (menos automatización).
- Evitar que las grandes empresas se inmiscuyan en la normativa o incluso la sustituyan (ej tratado de libre comercio).


"Una de esas batallas implica por un lado a quienes creen que los mercados, en su mayoría, funcionan bien por sí solos, y que la mayoría de sus fallos son en realidad fallos del gobierno. Por otro lado están los que no son tan optimistas respecto al mercado, y que propugnan un papel más importante para el gobierno. Esos dos bandos definen la batalla ideológica por excelencia de nuestros tiempos."

"La teoría económica ha demostrado que los mercados funcionan bien cuando la rentabilidad privada y la rentabilidad social están bien alineadas, y que no funcionan bien cuando no lo están. Los fallos de los mercados son omnipresentes. Nuestros bancos contaminaron la economía mundial con hipotecas tóxicas, y sus fallos llevaron a la economía mundial al borde de la ruina, lo que ha impuesto enormes costes a los trabajadores y a los ciudadanos de todo el mundo. En principio, algunos de esos fallos de los mercados son fáciles de corregir: se puede obligar a una empresa que está contaminando a que pague por la contaminación que está creando. Pero las distorsiones provocadas por la información imperfecta y asimétrica están presentes por doquier, y no son tan fáciles de corregir. Los directivos no siempre actúan en beneficio de los «interesados» (incluidos los accionistas), y estos no pueden hacer gran cosa para remediarlo. Como veíamos en el capítulo 4, la remuneración por incentivos, que supuestamente tenía que alinear sus intereses, no lo hacía; los directivos se beneficiaban, a expensas de todos los demás"

"Otro mundo es posible. Podemos lograr una sociedad más acorde con nuestros valores fundamentales, con mayor igualdad de oportunidades, una renta nacional total mayor, una democracia más fuerte y un nivel de vida más alto para la mayoría de individuos. No será fácil. Hay algunas fuerzas del mercado que nos empujan en dirección contraria. Esas fuerzas del mercado están condicionadas por la política, por las reglas y las normativas que adoptamos como sociedad, por la forma en que actúan nuestras instituciones (como la Reserva Federal, nuestro banco central, y otros organismos reguladores). Hemos creado una economía y una sociedad donde las grandes fortunas se amasan a través de la búsqueda de rentas, a veces mediante transferencias directas desde el sector público a los ricos, más frecuentemente a través de unas normas que permiten que los ricos recauden «rentas» del resto de la sociedad gracias al poder monopolista y otras formas de explotación"

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